Recientemente mi buen amigo Alex propuso hacerme una entrevista para su blog de artes marciales (Budo Musha Shugyo). Su web está en francés, por lo que le pedi publicarla en aquibudo en castellano. Muchas gracias por la oportunidad Alex.
"Entrevista a Miguel Silva, el primer Uchi Deshi de Léo Tamaki, en Budo Musha Shugyo
A través de los seminarios y de los entrenamientos te encuentras con muchas personas, se entablan lazos y algunas veces, esas conexiones vez se transforman en amistad.
Miguel forma parte de ese grupo de personas con las cuales he tenido la suerte de cruzarme. Más que un pareja de práctica Miguel es un
amigo que aprecio particularmente, tanto por su trabajo como por su
personalidad.
Tiene 30 años y es Doctor (PhD) en Conservación y Restauración del Patrimonio. Actualmente 1er Dan de Aïkido en la escuela del Kishinkaï Aïkido, sigue la práctica de Leo Tamaki Senseï y Kuroda Senseï. Lo conocí el año pasado durante su viaje a Francia. Vino desde Valencia para entrenar en el Kishinkan Dojo con nosotros. Con su llegada conocí un practicante apasionado, cuyo trabajo refleja su personalidad. De una humildad asombrosa, tiene esa increíble capacidad de escuchar a quienes le rodean: al escuchar sus cuerpos ha alcanzado una gran capacidad de fusionarse con ellos, de conectar con el trabajo de sus parejas y adversarios.
A principios de año me propuso realizarme una entrevista para preguntarme y conocer mi camino y visión del Budo. Muy sorprendido por su propuesta, finalmente acepté pensando que sería una experiencia para reflexonar sobre mi propio camino. Hace un mes, coincidiéndo con su segunda venida a París, le he propuesto que sea él esta vez quien responda a mis preguntas para poder así conocer su visión de la practica a partir su experiencia al lado de Léo Tamaki.
"Gracias Miguel por tus repuestas llenas de enseñanzas"
Tiene 30 años y es Doctor (PhD) en Conservación y Restauración del Patrimonio. Actualmente 1er Dan de Aïkido en la escuela del Kishinkaï Aïkido, sigue la práctica de Leo Tamaki Senseï y Kuroda Senseï. Lo conocí el año pasado durante su viaje a Francia. Vino desde Valencia para entrenar en el Kishinkan Dojo con nosotros. Con su llegada conocí un practicante apasionado, cuyo trabajo refleja su personalidad. De una humildad asombrosa, tiene esa increíble capacidad de escuchar a quienes le rodean: al escuchar sus cuerpos ha alcanzado una gran capacidad de fusionarse con ellos, de conectar con el trabajo de sus parejas y adversarios.
A principios de año me propuso realizarme una entrevista para preguntarme y conocer mi camino y visión del Budo. Muy sorprendido por su propuesta, finalmente acepté pensando que sería una experiencia para reflexonar sobre mi propio camino. Hace un mes, coincidiéndo con su segunda venida a París, le he propuesto que sea él esta vez quien responda a mis preguntas para poder así conocer su visión de la practica a partir su experiencia al lado de Léo Tamaki.
"Gracias Miguel por tus repuestas llenas de enseñanzas"
¿Miguel puedes contarnos tu recorrido marcial? ¿porqué te decidiste por el Aïkido?
En realidad mi recorrido es bastante corto. Empecé a entrenar kung-fu To’A a los 19 años cuando fui a estudiar a la Universidad de Lisboa. Durante 3-4 años practiqué de 2 a 3 veces por semana. El entrenamiento consistía entonces de una hora de intenso trabajo físico y después flexibilidad, dedicábamos mucha atención a ejercicios de endurecimiento de las manos, abdominales y de stamina. Pasada la primera hora entrenábamos kata que correspondían a los diferentes cinturones y al final de la clase dedicábamos tiempo a combate libre. Era un arte marcial muy interesante e intento no olvidar nunca lo que aprendí allí. Mi profesor era muy carismático, poseía un gran dominio de su cuerpo y tenía talento para el kung-fu.
Empecé en el Aikido
cuando vine a
vivir a Valencia (España). Quería seguir practicando artes marciales,
pero al mismo tiempo probar algo diferente. Me puse a buscar cerca de mi
casa y
encontré Aikido a través de César de la Cal. Cuándo fui a ver su clase
estaba haciendo
ukemi. Eran suaves, fluidos y conectados,
al enseñar técnicas buscaba la relajación para generar movimientos potentes:
era la primera vez que veía algo así y me impresionó mucho… era muy diferente a
hacer 40 flexiones en 30 segundos, o hacer el pino sobre los nudillos de las
manos y aguantar hasta perder el conocimiento… así empecé en el Aikido.
¿Que buscas ahora en el Aïkido y el Budo?
Me considero un
principiante
y en este momento mi objetivo es simplemente mejorar mi técnica y educar
mi cuerpo. Lo cierto es que antes de escribir esta frase he estado un
buen rato pensando en esta pregunta… me gustaría tener una buena
respuesta, más grandilocuente. Pero voy a ser honesto: no la tengo aún.
Simplemente me apasiona y
quiero mejorar. Me gustan los retos que me plantea el Aikido,
especialmente los
que propone Léo en el trabajo del Kishinkai: usar el cuerpo de forma
global y
conectada, percibir los movimientos del adversário a través de la
sensibilidad… era justo lo que buscaba en un
arte marcial.
Haciendo Iriminage
Por otro lado, no
busco nada
esotérico en el Aikido o el Budo. Creo que el crecimiento espiritual y
personal aparece naturalmente mediante la práctica, es una
sensación. Hay personas que no extraen nada positivo a través de estas
disciplinas y acaban
desistiendo, o se dedican a otras actividades. Yo me considero
afortunado porque he encontrado algo que me aporta sensaciones
positivas,
casualmente está dentro de lo que se designa budo.
¿El año pasado nos encontramos en el Kishinkan en Paris. Estuviste en Francia un mes. Como has conocido a Léo Tamaki?
Vi a Léo por primera vez en Bras,
en el Osoji junto a Tamura Sensei, creo
que en el 2009. Por esa época yo llevaba apenas un año practicando. Recuerdo
que su mujer tocaba la
flauta al final de la tarde, mientras nosotros limpiábamos todas las esquinas
del Shumeikan (Dojo de Tamura). Memoricé el rosto de Léo pero no recuerdo haber
practicado con él ese fin de semana. Unos meses más tarde, apareció en Valencia
para impartir un seminario… las formas que explicaba eran muy interesantes,
especialmente su concepción de los movimientos. Me marcó
mucho una frase que dijo: “hacer el mismo
movimiento, usando el cuerpo de forma diferente”. Pensé: ¡esto es lo que
quiero hacer!
Léo continuó viniendo a Valencia y
yo seguí yendo a sus clases. Es una persona algo reservada y
a veces me preguntaba cosas sobre mi vida. Un día, al final de un seminario me
llamó a parte y me dijo: “sé que ahora
acabas de hacer tu tesis doctoral y que tienes una temporada de descanso” y
sin muchas palabras simplemente me invitó a ir a su casa para entrenar… fue
todo muy natural. Sólo un tonto diría “no” (risas). Había pasado muchos meses
encerrado en casa, sin salir, simplemente escribiendo mi tesis cómo un loco… fue
cómo un maravilloso abrazo del destino.
¿Qué recuerdo guardas de este momento de tu vida de practicante?
¿Qué te aportó esto en tu práctica?
En el Kishinkan encontré un ambiente muy marcial pero al mismo tiempo relajado, en el que
la etiqueta no se impone, se encuentra naturalmente. Hay un espíritu de grupo
muy potente, tácito. Encontré gente verdaderamente interesada en las artes
marciales y un profesor que plantea retos interesantes y se preocupa con la
evolución de sus alumnos. Notas que el profesor es bueno cuando
entrenas con los alumnos más jóvenes. Recuerdo que sentí como si entrara en una
arena con leones y yo era el gatito. Cuándo tú y yo practicábamos jiu-waza me hiciste un kotegaeshi y
peiné el suelo con la cabeza… pensé: ¡esto va en serio!
Alex y yo en una fria tarde en Paris
Pero en Paris, aparte de entrenar
muchas horas y mejorar mi técnica tanto cuanto pude, creo que lo más importante
del viaje fue ver cómo transmitía las clases, el espíritu del grupo que creó,
cómo desarrollaba el trabajo en clase y su dedicación apasionada al budo en
todas las vertientes de su vida. Aprendí mucho de él… me doy más cuenta de ello
ahora que tengo una clase a mi cargo, que entonces cuando volví a Valencia.
Durante tu estancia has participado también en un seminario de Kuroda Senseï ¿lo viste por primera vez entonces?
Si, fue la primera vez. Léo me
había hablado de Kuroda Sensei e insistió que asistiera al
seminario. Inicialmente tuve mis reservas porque en realidad no sabía nada de este
profesor. Recuerdo un día que Léo se levantó de su mesa de trabajo y me puso un
DVD haciendo kata
de kenjutsu. Miré a Léo y le dije
que lo que estaba viendo no podía ser verdad (risas). Tenía que ir a
verle.
¿Qué buscas al practicar con estos instructores (Léo y Kuroda Senseï)?
Entendí gracias a ellos que
hay otras formas de usar el cuerpo. Que el conocimiento de nuestro cuerpo es,
en realidad, muy limitado. Cuando te proponen ciertos ejercicios les miras y
dices: ¡Ah! Ya lo tengo. Una vez comienzas a realizarlos te das cuenta que no sabes nada. A veces tenía
la sensación de que mi cuerpo no me pertenecía. Le mandaba hacer cosas y no me
hacía caso, no podía hacerlo. Descubrí que en el cuerpo hay un millón de
tensiones y desequilibrios que tendré que ir corrigiendo con el tiempo… es
un trabajo increíble y muy difícil, pero lo que puedes llegar a desarrollar es
mucho más interesante que simplemente repetir formas.
En un futuro me gustaría tener la capacidad de incluir en mi práctica lo que estos instructores me
enseñan, las sensaciones que me transmiten. La suavidad,
la rapidez y los movimientos “silenciosos” al ojo. No detectas nada cuando
te hacen una técnica, te controlan el cuerpo desde el primer momento. No
sientes que usen la fuerza, pero percibes que estás en peligro en
todo el momento. En realidad tienes la sensación de recibir una “muerte bella”.
Describo estas sensaciones porque
creo que es esencialmente lo que estoy buscando al practicar con ellos.
Estoy seguro que cuanto más profundice en lo que me enseñan descubriré nuevas
cosas que me apasionen.
Sí, me sorprendió mucho leerlo
también. Hasta ese momento no sabía si había tenido otros alumnos en casa o no.
Me invitó de un modo tan natural que pensé que era algo que hacía a menudo… me
sentí verdaderamente conmovido por el gesto.
La experiencia de
Uchi Deshi fue
muy interesante, llena de matices de aprendizaje en las artes marciales y
en
otros aspectos de mi vida personal. Léo me invitó a París para que
asistiera al máximo de cursos y clases posibles. Entre semana iba con él
al
Kishinkan a entrenar con sus alumnos y los fines de semana viajabamos a
otros lugares donde impartía sus seminarios. El trato era que condujera
los
coches y fuera su chofer (risas). Condensé en un mes muchas
horas de entrenamiento, quizás para algunas personas lo equivalente uno o
dos
años de práctica. Creo que eso formaba parte de su plan (risas).
En Valencia
En su casa me dejó una habitación
para dormir completamente llena de revistas, libros y artículos de
artes marciales. Era como un templo del conocimiento marcial. Aprovechaba para
leer por las noches y satisfacer mi curiosidad. Intentaba no
molestar, entender cómo vive con su familia, ayudarles en sus pequeñas rutinas y aportar algo positivo
dentro de mis posibilidades como invitado. Son muy agradables y me han
recibido como un amigo, no sentí que tuviera que esforzarme en ningún
momento. Guardo con mucho cariño el día de S. Valentín que lo pasé
con su padre bebiendo una buena botella de vino y cocinando para él. Conectamos
bien ese día (risas).
Respecto a los
viajes fuera de
Paris, Léo me facilitó muchas cosas a las que no suelo acceder, cómo una
buena alimentación y cuartos de hotel… yo no me lo podía creer. Cuándo
subí al
avión creía que me tocaría dormir en tatamis con sacos de dormir, comer
bocadillos, etc… no estaba preparado para tanta generosidad. Es algo que
se lo
agradeceré siempre, por supuesto, pero es algo que también intentaré
hacer con
alguien en el futuro si tengo esa posibilidad. Creo que fue una gran
lección, sin olvidar que estos gestos son un reflejo de su personalidad.
Ocurrieron muchas
cosas mientras estuve en París. Algunas tristes cómo el fallecimiento de
Réné VDB Sensei y
otras increíbles como el seminario de Kuroda Sensei. también viví muchas
anecdotas muy divertidas que podría describir y que harían esta
respuesta aun más larga (risas). La que más me marcó fue un viaje a
Bélgica en el que estabas tú y
otros alumnos del Kishinkan de Paris (Marie, Alexandra, Yael). Siento
que
conectamos todos en esos días y nos divertimos verdaderamente. Fue una
experiencia única en muchos sentidos (risas). Entendí entonces porque
este grupo
se llama Kishinkai (grupo que profundiza con alegría). La imagen que el
practicante de artes marciales nunca se lo pasa bien y está
constantemente sufriendo, no es realmente necesario para profundizar y
ser mejor en la disciplina.
Finalmente lo más importante que
descubrí de Léo es que es una persona muy trabajadora y dedicada a lo que hace.
Parece que siempre le pasan cosas buenas y que tiene una estrella que le ayuda
por el camino. Eso no es cierto. Se esfuerza para mejorarse y mejorar el
entorno inmediato que le concierne, se construyó y reconstruyó varias veces a
lo largo de su vida y, por ello, entiende bien lo que quiere y no quiere y
arriesga mucho por el camino. Me parecía que estaba constantemente fuera de su
zona de confort y eso es algo que respeto y admiro mucho. Es algo que intento
ir incluyendo en mi vida.
Leo Tamaki Sensei
¿He visto que desde el año pasado ha crecido
el grupo Kishinkan Spain. Como se organiza esta escuela y el sistema de Aïkido
y federación en España?
Actualmente, el Kishinkai en
España es una asociación cuyo presidente es Léo Tamaki Sensei. Él viene por lo
menos dos veces al año a Valencia y cuando no puede se ocupa de enviarnos
otros profesores para proveernos con buenas herramientas de trabajo.
Actualmente somos tres instructores activos en Valencia, intentamos seguir
lo mejor posible lo que nos propone. Léo se aseguró que
íbamos por un buen camino antes de pasarnos esta responsabilidad.
Estamos
desvinculados de la federación nacional porque nuestro objetivo es el de crear
un grupo, una gran familia que enseñe y se ayude mutuamente para mejorar la calidad de
la práctica. Ése es el principal objetivo. Es
una elección complicada a nivel curricular, como debes entender, pero a nivel
personal estoy en paz con ello. Al practicar en París vi que hay un mundo
gigante en las artes marciales que no se puede delimitar en un conjunto de
normas incluidas en una federación: todo el tema de los grados, los niveles,
los cursos, los exámenes... son una visión occidental para lo que es un camino
interno en el Budo. Es una aproximación que respeto mucho, por supuesto, e
intento establecer responsablemente algunas pautas para mis alumnos, como un
repertorio de técnicas, etc, etc. Pero estoy de acuerdo con Léo: los grados
son más una cuestión de dedicación al arte que un cierto número de licencias
pagadas, cursos atendidos y un examen aprobado. Además, las sensaciones
internas que te provocan por ejemplo Kuroda Sensei, Hino Sensei no se pueden
medir exactamente por la cantidad de años de práctica
(risas).
Ivan, Oscar, Julien y yo (masterclass para el Kishinkan Spain)
Sé que en septiembre empezaste dar clases de Aïkido en Valencia. ¿Que más te gusta de la enseñanza?
Si, en septiembre empecé a dar
clases. No es la primera vez que imparto clase, enseñaba química en la Universidad,
pero es la primera vez que doy clases de artes marciales. Es una experiencia
totalmente diferente. Cuando enseñas teoría siempre tienes esa
ayuda, ese respaldo del conocimiento instituído. En las artes marciales no… en
realidad tienes que esforzarte mucho, lo que haces tiene que valer algo, tiene
que ser interesante. Es una experiencia muy exigente.
Lo que más me gusta es descubrir
que mis compañeros hacen progresos y formamos un grupo sólido e unido. Es cómo
plantar semillas, regarlas y ver que brotan. Es una de mis grandes alegrías.
David, Javi, Álvaro Sensei y yo entrenando en Valencia
¿Entonces el contacto con tus estudiantes es un plus en tu práctica?
¡Definitivamente! Me hace madurar
todos los días. No puedo entrar y pasar de hacerlo bien… relajarme y decir “lo
haré otro día” (risas). Me he dado cuenta que todos los días doy todo lo que sé
e intento mejorar. Mis alumnos aprenden de mí pero yo también aprendo de ellos.
Intento ser honesto con mis limitaciones, que son muchas. Les comunico esas
inquietudes, les pido que me cuestionen. Todos los fallos que descubra podré
subsanarlos en el futuro. Los que nunca descubra allí estarán, siempre. Ese es
la mejor parte de enseñar, me obliga a no conformarme y reconocer mis errores.
Además, siempre me hecho unas risas con mis amigos después de la clase.
¿Cuándo te veremos de nuevo en Francia?
:) "
No hay comentarios:
Publicar un comentario